Las
especies y subespecies que integran este grupo son numerosísimas.
Miden desde cuarenta centímetros a un metro con cincuenta centímetros
de longitud.
La coloración es típica; rojo, amarillo (o blanco), y los anillos
negros. Éstos, en ocasiones, se encuentran de a tres y forman las tríadas
que distinguen a algunas especies de micrurus. Distinguiendo las especies individuales
es frecuentemente más bien difícil. En algunas especies puede
faltar algún color.
Sus glándulas elaboran un activísimo veneno de tipo neurotóxico,
pero en realidad producen pocos accidentes por su carácter tímido
y pacífico.
Al morder, no sueltan la presa con rapidez. Se toman su tiempo para que el veneno
fluya por el surco de sus dientes inoculadores. Poseen dientes pequeños
y maxilar rígido.
Casi todas las Víboras de coral en libertad son ofiófagas, se
alimentan de otros Ofidios de menor tamaño, en busca de los cuales suelen
llegar a enterrarse. Es frecuente que lleguen al canibalismo, consumiendo ejemplares
de su misma especie. En algunos casos incluyen en su dieta saurios y hasta anguilas.
Suelen concurrir a los hormigueros de hormigas negras donde escarban en busca
de pequeños Ofidios que habitualmente van allí para alimentarse
con estos insectos.
En cautiverio es posible acostumbrarlos al consumo de pequeños anfibios
e incluso de lauchas lactantes.
Después de ingerir la primera presa, está listo para la segunda.
A pesar de poseer un arma mortal, el veneno que inyecta con su mordedura, las
corales son generalmente mansos y tímidos. No suelen atacar al hombre
ni a los animales de mayor tamaño que ellos, y trata de huir ante presencias
de extraños. La abertura de su boca y el largo de sus colmillos normalmente
no le permiten morder los miembros inferiores del hombre.
Son bastante infrecuentes los accidentes ocasionados por estos Ofidios.
Las Corales se aprestan al ataque sólo cuando se los molesta y excita
insistentemente. En esos casos clavan los colmillos y mantienen firmemente el
mordisco hasta haber traspasado el veneno a su víctima.
Poseen un potente veneno de acción neurotóxica que actúa
sobre el sistema nervioso central. La víctima presenta en pocos instantes
(entre cinco y treinta minutos) los síntomas del envenenamiento.
Si no se aplica el contraveneno a tiempo, la víctima presenta adormecimiento,
angustia, contracción faríngea y dificultades para tragar. Más
adelante hay parálisis completa. Aún cuando la sensibilidad está
intacta y la conciencia lúcida, la asfixia progresiva precipita la muerte
en un proceso similar al que ocurre por intoxicación con curare.
El suero antiofídico específico, único remedio realmente
efectivo, sólo neutraliza la acción del veneno pero no cura los
disturbios funcionales que hayan podido quedar de acuerdo al tiempo de permanencia
del veneno en el cuerpo.
Si deben enfrentar a un enemigo peligroso y no pueden huir y esconderse, las
corales adoptan una curiosa táctica de combate. Ocultan la cabeza entre
los anillos que forman con el cuerpo y yerguen
la cola enrollando su extremo en forma de bucle, simulando una cabeza. Incluso
adoptan actitudes agresivas con esta simulada cabeza meneándola en forma
amenazadora, para distraer la atención hacia la cola mientras la verdadera
cabeza puede surgir sorpresivamente para morder al enemigo.
Es el olfato el único sentido que guía a los machos hacia las
hembras de su misma especie. Éstas exhalan en la época del celo
unas sustancias odoríferas (las feromonas) que contribuyen a mantener
el apareamiento específico entre ejemplares de una misma especie, evitando
la cópula con representantes de otras de similar apariencia.
Una vez fecundada, la hembra deposita sus huevos en huecos del suelo protegidos
por piedras, cavidades de troncos caídos o incluso dentro de los hormigueros
de hormigas negras.
Las Corales son ovíparos. Los huevos son incubados fuera del cuerpo materno.
El calor del sol y la fermentación de las materias orgánicas donde
reposan se encargan de la incubación ya que la hembra se desentiende
por completo de ellos.
La postura puede oscilar entre tres y siete huevos, tienen cáscara blanca
y de textura apergaminada. El período de incubación no es constante,
ya que depende del grado de temperatura y otras condiciones climáticas,
pero se puede estimar en ochenta días.
El embrión rompe el huevo con el diente afilado que posee para esa función
en la parte anterior de la mandíbula superior y que pierde inmediatamente
después que nació.
El viborezno presenta la misma coloración característica de sus
padres y nace con el aparato venenoso completo, pudiendo producir con su mordedura
accidentes a otros animales desde sus primeros momentos de vida.
Se encuentra validada por ITIS "Integrated Taxonomic Information System".
Se distribuyen básicamente por toda América, salvo algunas partes
cordilleranas de algunos países. Desde EE.UU. hasta casi los 40°
lat. Sur en Argentina.
Presenta ochenta, algunas de ellas con varias subespecies.
Especies:
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